Thursday, June 16, 2011

Identidad del los jóvenes mexicanos y la violencia en la secundaria.

La construcción de la identidad nacional fue un proceso que abarcó la mayor parte del S.XX, y fue fundamental para el sostenimiento del orden social y político. La ardua labor de construcción, logró un monumento de misticismo ancestral, muy renombrado, poco conocido y casi nada estudiado; un conformismo nato y la ilusión colectiva de patria, que los políticos no han dudado en mancillar a cada tanto. El resultado era el orden y el status quo, que bajo las prebendas sociales era mantenido y defendido a toda costa por las generaciones más viejas, en los periodos de mayor efervescencia juvenil. El sistema implantado en México era ideal “pan y garrote, de vez en cuando también circo”.
La identidad mexicana fue construida, idealizada e institucionalizada en los colores, los símbolos y las tradiciones impuestas por los vencedores de la Revolución. No obstante muchos artistas plásticos, escritores y actores, a lo largo de las décadas, protestaron contra la institucionalización de la cultura y las formas, pero a la postre siempre terminaban vinculados al régimen.
Al transformarse el paradigma económico, dejó de tener sentido el paradigma social, ya no eran necesarios los símbolos tal y como se les conocía. Se dio el paso al individuo-ciudadano, a quien se le convenció de que era libre de votar por sus intereses a diferencia de las consignas de antaño, que pedían la unidad nacional ante los enemigos de la revolución y del progreso.
Es en esta transición política en donde la identidad establecida se desmoronó y salió a la luz que los mexicanos no somos un objeto homogéneo; por ejemplo los indios no eran sólo un ancestro de la raza cósmica de Vasconcelos, el indio seguía ahí con su vida, sus costumbres y sobre todo sus lenguas. Pero los indios no fueron los únicos que levantaron la cabeza, muchos grupos y subgrupos emergieron y con ello se dio un giro del estudio de la “identidad del mexicano” al análisis de las multi-identidades del mexicano. No obstante queda claro que el s.XX ha dejado una gran huella en el imaginario social y académico sobre los que es la mexicanidad y el ser mexicano.

La escuela es parte del proceso de construcción de la identidad, primero fue evangelizadora, bajo la herencia del vasconcelismo y después fue la represora y perpetuadora del orden, durante la revolución institucionalizada, esta subordinación hace que la escuela enfrente junto con todas las instituciones la crisis de la transformación del paradigma económico. La escuela, en este caso, la que se encarga de la enseñanza básica, ha tenido una crisis mucho mayor y más larga. Esto se debe a que ha sido el bastión donde se han atrincherado grupos del viejo régimen que han utilizado a la SEP como arma de negociación para reposicionarse en los nuevos tiempos. De tal suerte que los jóvenes y niños son la carne de cañón que se usan a conveniencia.
Cuando nos adentramos en un estudio de caso, como la “escuela secundaria diurna 249” que se encuentra ubicada dentro de la delegación Iztapalapa, vemos saltar todas las contradicciones dentro las instituciones educativas, la sociedad y la cultura. Lo que se analizaba de forma teórica en los párrafos anteriores, cobra vida de una forma nítida. Los muchachos son una muestra del fenómeno de la multi-identidad y de la multicultura que pulula, se mezcla y cae en conflicto, dentro de un sistema que sólo ve las condiciones macroeconómicas y se queda complacido...
La escuela que visitamos se encuentra en una de las zonas más conflictivas del Distrito Federal. La carencia de agua es un problema común tanto como las bandas delictivas y el comercio de drogas. La mayoría de los vecinos tienen poco nivel de instrucción y comienzan a trabajar muy jóvenes en los empleos peor remunerados. Los jóvenes en estas colonias tienen pocas esperanzas y muchas menos aspiraciones. Prefieren no soñar ni desear nada. El Sistema se ha encargado de enseñarles que para ellos no hay nada…Por ejemplo, si uno de éstos jóvenes quisiera estudiar en la UNAM, tendría que haber tenido excelentes profesores, un acceso medio a la cultura general y un adiestramiento en la resolución de exámenes tipo ceneval. De no ser así tendría que pagar un curso que ronda los 7000 pesos para prepararse para el examen de admisión. Estos jóvenes no tienen ni lo uno, ni lo otro, su mecanismo de protección es no desearlo.
La escuela se vuelve entonces una imagen de la simulación del país, se les obliga a estudiar, a disciplinarse, se les enseñan valores que en los hechos no existen y no se les ofrece nada fuera del discurso. Estos hechos los llevan a enfrentarse con la institución educativa, es una forma de escarmentar, en la figura de la escuela, a quienes no les dan la oportunidad.
A estos jóvenes tratan de romper con la disciplina de la escuela, ya sea haciendo un comentario jocoso, derivado de alguna explicación que haga el profesor en turno, o simplemente porque están contando chistes entre algunos integrantes del grupo, logrando que sus compañeros de la clase se distraigan. Con esta actitud retan a la autoridad representada en este caso por los profesores, como menciona Jorge Portilla en “El Relajo” éste es una suspensión de la seriedad y “cancela la respuesta normal al valor, desligándose del compromiso de su realización”.  Por desgracia esta confrontación no hace más que hundir sus pocas posibilidades.
Pero el relajo no es la única manifestación de rechazo y confrontación con los valores establecidos, en ocasiones las manifestaciones del descontento y marginación llegan al uso de la violencia indiscriminada. En la secundaria algunos estudiantes han heredado de sus familias “la cultura de la violencia”, una violencia  inexplicable, incoherente, que  no necesita de provocación alguna para salir a relucir, basta una mirada, un gesto, o un ademán de provocación o indiferencia para detonarla.
Por momentos pareciera que muchos de los alumnos se encuentran desamparados por la familia y la comunidad y que la escuela sólo representa su lugar de refugio, pero no sólo se refugian además reproducen en ésta las distintas situaciones que viven en sus casas.
La situación que se vive es la del sector marginado, no porque así lo deseen, sino porque así los hace sentir el resto de la sociedad. La marginación no es la mejor solución que se les puede ofrecer, sería mejor buscar programas que los incluyeran, porque sus problemas son definitivamente problemas de la sociedad en su conjunto.
En cuanto al entorno familiar de los alumnos de esta secundaria y a decir de ellos mismos la relación existente entre padres e hijos no es muy buena, por una parte la “responsabilidad” en cuanto a la conducta de los hijos recae en las madres y en la escuela pareciera responsabilidad de los maestros, a los padres sólo les corresponde el aspecto punitivo, es decir infringir el castigo, dar golpes sin escuchar los problemas que tengan sus hijos, por momentos da la impresión de que los estudiantes son hijos no deseados, lo curioso es que la identificación o el ejemplo que tiene mayor valía es el del padre ya que los hijos ven como “normal” la acción paterna e identifican en los hermanos mayores la misma actitud del padre.
El poder que ejercen las autoridades es el del autoritarismo sin buscar una mediación con los alumnos. Tratar de hacer que aprendan por medio de la coerción no es la mejor forma de educarlos. Existen alternativas para realizar una buena enseñanza, debe existir un mayor acercamiento entre ambas partes y por supuesto, la familia que juega un papel de suma importancia, debe poner de su parte para ayudar en la formación de los adolescentes. Se podría fomentar un trabajo en conjunto,  que logre un mejor desarrollo no sólo de los estudiantes, sino de toda la comunidad.
Octavio Paz menciona en su obra “Los Hijos de la Malinche” que el grito de guerra de los mexicanos (¡Viva México, hijos de la chingada!) es un grito dirigido hacia un enemigo imaginario y que es, además, una explosión en el aire; podemos decir que en el caso de los adolescentes de esta secundaria el enemigo imaginario es el que representa aquellos valores establecidos y que no han servido para lograr una verdadera y plena identificación, tanto personal como social, de los jóvenes dando como resultado el enfrentamiento directo con “el otro” o “los otros”, es decir, con aquél o aquellos con los que no se identifican.
“El otro” o “los otros” significan el enemigo o el “hijo de la chingada” al que hay que enfrentar, es decir, sobre éste se debe llevar a cabo la violencia escolar, “el otro” es, desde la perspectiva de todo aquél que no se considere “un hijo de la chingada”, la víctima ideal del bullying.

La crisis de la identidad que mencionábamos anteriormente ha dado paso a la  transformación o readaptación de los valores éstos,  en los sectores marginados según convenga tanto a sus intereses como a su manera de poder sobrevivir en la comunidad en la que se encuentran situados, pero pareciera que todos los ámbitos en los que se desenvuelven se encuentran permeados por los mismos códigos.
Ante esta problemática proponemos que con el esfuerzo y la participación  de todos los integrantes, podrían prevenirse muchos actos de violencia escolar. Los habitantes de estas comunidades llamadas marginadas podrían dejar de tratarse y ser tratados como “hijos de la chingada”, resultaría más constructivo ayudar y proponer soluciones en lugar de criticar.

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